COP16: Una «COP de los pueblos» que marca el camino hacia la COP30

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Este mes de octubre, junto con socios del Grupo Regional para una Transición Energética Justa en América Latina y el Caribe (ALC), Publiquen Lo Que Pagan (PLQP) asistió a su primera Conferencia de las Naciones Unidas (ONU) sobre Biodiversidad, la COP16, en Colombia. Este evento reunió a los países firmantes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y a muchas otras partes interesadas. Estuvimos allí para hacer un llamado por una transición energética justa, liderada por las comunidades, feminista e inclusiva. Seguimos las conversaciones en la Zona Azul, donde tienen lugar las negociaciones, y en la Zona Verde, un espacio de colaboración que acoge muchas voces indígenas y comunitarias.

¿Qué hemos aprendido de nuestra participación y cuáles son los próximos pasos para nuestra región?

Obstáculos para una participación comunitaria de impacto

La COP16 fue presentada por la ONU como una «COP de los pueblos», con el objetivo de construir la «Paz con la Naturaleza» afrontando los retos de la biodiversidad mundial. A diferencia de anteriores conferencias sobre biodiversidad, esta cumbre contó con una importante participación de la sociedad civil latinoamericana en la Zona Verde. Esto proporcionó a las comunidades afrodescendientes e indígenas una plataforma para amplificar sus demandas, entre ellas: una Amazonia libre de combustibles fósiles; el reconocimiento de los derechos colectivos sobre territorios estratégicos de biodiversidad; y una acción estatal eficaz contra la minería ilegal en zonas de alta biodiversidad.

El mensaje era claro: la transición hacia una economía sostenible exige dar prioridad a las comunidades, respetar los límites planetarios y promover un modelo de desarrollo verdaderamente equitativo y centrado en las personas. Sin embargo, varios obstáculos dificultaron la plena integración de las voces comunitarias y ciudadanas en los debates centrales. En primer lugar, los acuerdos importantes se alcanzan a menudo entre las delegaciones de los países, sin posibilidad de que la sociedad civil haga aportaciones. En segundo lugar, las Zonas Azul y Verde estaban a una gran distancia entre ellas impidiendo un tránsito fácil entre la una y la otra. Esto aisló aún más las voces que ya están en gran medida marginadas, y les impidió participar en el espacio real de toma de decisiones. Esto limitó el impacto de la llamada «COP popular».

Oportunidades perdidas para una transición energética justa en la COP16

En la COP28 de la CMNUCC, celebrada en Dubai el año pasado, los países reconocieron la necesidad de una transición para abandonar los combustibles fósiles. En la COP16, esperábamos ver un reconocimiento del impacto de los combustibles fósiles en ecosistemas estratégicos en el texto final. Pero esto no ocurrió. Esto supone un reto para la sociedad civil que busca una agenda más decisiva en la futura negociación internacional, especialmente de cara a la COP30.

Y esto no es todo. Sólo 33 de los 190 países presentaron un plan de acción sobre biodiversidad, aunque todos se comprometieron a elaborarlo. De ALC, sólo Colombia, México y Cuba mantuvieron su compromiso. Esto subraya la urgente necesidad de que la región no sólo firme compromisos, sino que actúe como protagonista en el desarrollo de políticas para una mejor gobernanza de los recursos naturales.

América Latina puede liderar la transición energética justa

La región de ALC puede ser pionera en el cumplimiento de los objetivos climáticos para 2030. En la COP30 de la CMNUCC, que se celebrará en Río de Janeiro (Brasil) en 2025, los países renovarán sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), es decir, sus planes para reducir las emisiones nacionales y adaptarse al cambio climático. Este será un momento clave para que los países de ALC reclamen con valentía una transición energética justa que centre las voces de las comunidades.

Basándose en los compromisos adquiridos en los acuerdos de París y Escazú, la región está bien posicionada para adoptar políticas de conservación y energías renovables que salvaguarden la biodiversidad, defiendan los derechos humanos, incluyan a las comunidades rurales y urbanas, eliminen la dependencia de los combustibles fósiles de una manera justa para todos y eviten crear nuevas injusticias medioambientales.

La financiación de esta transición no sólo debe canalizar las inversiones hacia las energías renovables y los modelos energéticos comunitarios, sino también eliminar progresivamente el apoyo financiero a las industrias del petróleo y el gas, en particular las subvenciones estatales. La financiación de la lucha contra el cambio climático también debe incluir la capacitación y la transferencia de tecnología, dando prioridad a las iniciativas que no generen deuda adicional. Además, la financiación debe ser transparente y respetar las normas nacionales e internacionales para proteger a las comunidades y los ecosistemas.

Para ALC, una transición energética justa requiere también una cooperación internacional más ambiciosa y coordinada.

Cambiar el modelo de consumo y rechazar las soluciones insostenibles

Una transición energética justa exige una transformación de los modelos de consumo global. Hay que reducir la dependencia de combustibles y materiales fósiles, adoptando modelos sostenibles y respetando los límites biofísicos del planeta. Para ello, es imprescindible reconocer la deuda ecológica que tiene el Norte Global, por su mayor demanda y consumo, con el Sur Global. También es necesario promover políticas de eficiencia energética que reduzcan la demanda en los países de la región ALC, apoyando modelos de desarrollo que no sobreexploten los recursos naturales.

En este contexto, es crucial analizar las «soluciones» tecnológicas y las narrativas -como la del gas como combustible de transición- que prometen una «transición» pero siguen reproduciendo dinámicas de explotación. Corren el riesgo de perpetuar el desplazamiento de comunidades y la explotación territorial en nombre de la sostenibilidad, al tiempo que no abordan los problemas estructurales que han generado la crisis climática. La transición energética no debe servir de excusa para ampliar las fronteras extractivas ni para agotar los recursos naturales y minerales comunes.

Un futuro basado en la armonía con el planeta

Imaginar un mundo en el que el desarrollo no se base en la extracción de recursos sino en la coexistencia armoniosa con la naturaleza es esencial para una transición energética verdaderamente justa. Este cambio exige reconocer los derechos de la Tierra, respetar la autodeterminación de los pueblos y comprometerse a crear un futuro digno para todos los seres. En lugar de convertir los territorios biodiversos en zonas de sacrificio para la extracción de minerales y combustibles, es hora de construir modelos que respeten a las comunidades y defiendan la integridad de los ecosistemas.

La COP16 supuso un paso inicial hacia una mayor inclusión de la sociedad civil en los debates sobre biodiversidad y cambio climático, pero aún queda mucho trabajo por hacer. ALC tiene una oportunidad única de liderar este cambio histórico, en el que una transición energética justa sitúa a las comunidades, la equidad y el respeto planetario en el centro de cada decisión.

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